domingo, 1 de abril de 2012

Manifiesto del Partido Comunista

de Marx y Engels.
Libro 005.
Tercera Edición.
Enero ’15.
Precio: 12 pesos.

64 Páginas.
Una Fábrica de Subjetividad.


¿Casualidad? ¡Nooooo!: la primera edición del Manifiesto Comunista vio la luz en febrero de 1848, coincidiendo con el inicio de las revoluciones que conmovieron a Europa en ese año; por eso el Manifiesto tuvo que circular como una especie de folleto clandestino (¿habrá sido el primer fanzine?). Hoy, a más de 160 años de esa primera edición, todavía sigue dando mucho que hablar. Entre otras cosas, por la juventud de sus autores al escribirlo y también, por el esfuerzo de ambos para adaptar el texto (escrito para un momento, un lugar y una circunstancia determinados) a cada nueva situación. Esto último se ve muy claro en los siete prólogos que escribieron para las distintas ediciones europeas, donde se proponen que el Manifiesto sea un texto vivo; ni teórico ni académico, un texto para la acción.
Por el contrario, resulta tristísimo y mediocre el papel actual que desarrollan los partidos tradicionales de la izquierda en casi todas partes. Basta con echar una mirada a sus publicaciones, donde reproducen dogmáticamente el Manifiesto -y otros escritos- como si fuera una Biblia, sin entender jamás estos dirigentes perezosos, que la política es un arte, que es necesario crear de manera permanente ya que nada se repite dos veces. Además -muy paradógico-, la gran mayoría de estas publicaciones tiene copyright (¡!). Sus militantes, así formados, a menudo se chocan duro con la realidad, cuando quieren forzarla para que “entre” en sus esquemas desactualizados y fuera de contexto. Generan hasta risa oírlos llamar “obrero” o “proletario” a un oficinista, o “campesino” a un indígena. Pobre Marx, que lo único que hizo fue intentar innovar, como le escribía en setiembre de 1943 en una carta a Ruge: “Lo que precisamente constituye la ventaja de la nueva tendencia, es que no queremos anticipar el mundo dogmáticamente, sino solamente hallar el mundo nuevo por medio de la crítica del antiguo... Esa es la razón por la que nosotros no tendríamos que alzar ninguna bandera dogmáticamente; todo lo contrario... Esa es la manera de afrontar el mundo de un modo no doctrinario, no diciendo: ¡Aquí está la verdad, arrodillaos!. A través de los principios mismos del mundo, nosotros ilustraremos al mundo con principios nuevos”.
El Capitalismo (en su fase actual de desarrollo, la del Imperio) ya no sólo explota personas en las cuatro paredes de una fábrica. Extrae ganancia y plusvalía de formas tan diversas, que los autores del Manifiesto jamás hubiesen llegado a pensar. No sólo baja los salarios y empeora las condiciones laborales, sino que también degrada la naturaleza, el cuerpo, los sentimientos, los sueños, el planeta, la cultura, la vida. Todo lo mercantiliza, imponiendo un modelo de vida consumista que contamina íntegramente al ser humano. Por eso es válida y legítima cualquier forma de resistencia: desde una huelga en una empresa, hasta una protesta ambientalista; desde un corte de calle de desocupados, hasta la propagación del software libre; desde la creación de un centro social a partir de un edificio okupado, hasta exigir el derecho a poder casarse para los homosexuales; desde la colocación de una bomba incendiaria en un cajero automático, hasta el reclamo por la despenalización del consumo de drogas; desde una marcha por la libertad de los presos políticos, hasta reclamar respeto por una lengua originaria. Toda lucha por extraña que parezca, enfrenta la misma bota opresora, la misma jeringa chupasangre. Es imprescindible, entonces, dejar de establecer jerarquías o prioridades entre ellas; valorarlas a todas por igual.
A partir de fines del siglo veinte, tras la caída del imperio soviético y la degeneración del imperio chino, hemos asistido, con alegría, a un nuevo panorama mundial. Primero, con la irrupción de los zapatistas el 1/1/94 y luego con la aparición del movimiento antiglobalización (que nació con la “Batalla de Seattle” en noviembre del ‘99), llegó un aire fresco que renovó por completo la lucha: movilizaciones de cientos de miles por las calles del planeta repudiando las instituciones que nos gobiernan, multitud de grupos distintos llevando adelante acciones directas o desobediencias civiles, construcción de redes horizontales y autónomas, boicots imaginativos e inesperados, etc. Sin duda, Marx y Engels (dos verdaderos pragmáticos), estarían muchísimo más cerca de este movimiento anticapitalista internacional, que de no pocos obreros ideológicamente reaccionarios, completamente alienados, capaces de autoesclavizarse durante toda su vida sólo para tener la posibilidad de conocer Disneylandia junto a su familia.
Tiempos durísimos, tiempos novedosos, tiempos de cambio. Las turbulentas transiciones que sacuden lo establecido, cada vez que la Historia decide echarse un vertiginoso polvo con su amiga la Ironía.

Cantidad de ejemplares vendidos de "Manifiesto del Partido Comunista" hasta la fecha: 567.

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